Por Ana Cecilia Angulo
El temor no lo desarrollé el propio día, sino desde antes. El tres de noviembre para ser exacta. En partes, por el lugar donde tenía que votar, mi tía me había advertido sobre un problema entre sandinista y liberales donde mencionó prisioneros y armas hechizas.
El temor no lo desarrollé el propio día, sino desde antes. El tres de noviembre para ser exacta. En partes, por el lugar donde tenía que votar, mi tía me había advertido sobre un problema entre sandinista y liberales donde mencionó prisioneros y armas hechizas.
El domingo me levante temprano, desayune, me arregle y me dirigí a la escuela Sonrisa de los Niños, ubicada en el barrio Héroes y Mártires de Ayapal, cerca del 7 Sur. No había electores e imperaba una calma inquietante.
Al momento de votar, al ser primeriza y tener más preguntas que respuestas, nadie quería guiarme. Pasé alrededor de veinte minutos deambulando hasta que dí con mi junta receptora de votos. No tuve mejor suerte con el fiscal que revisaba si aparecía en el padrón, pero después de un rato, me encontró.
El proceso de votación fue rápido y fácil por la boleta única. Una vez libre pude advertir las quejas. Entre los quejosos estaba el joven Julio Martínez, quien lamentó que abrieran tarde el portón de la escuela, según él, porque no estaban arregladas las mesas.
El coordinador de los Consejos del Poder Ciudadano CPC comentó que activistas del Partido Liberal Constitucionalista realizaban proselitismo político y que producto del ilícito, la policía arrestó a alguien la noche anterior (sábado). Por su parte, un representante del PLC que prefirió omitir su nombre, afirmó que el preso era de los CPC y se debía a ataques verbales contra una activista miembro de su partido.
Fuera de las quejas anteriores, se vivió un clima de relativa calma, porque los simpatizantes de las alianzas PLI y FSL amenazan la paz con insultos y discusiones.
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