Por Ana Siu
A las 8 am sonó mi alarma y me desperté para acudir a ejercer mi derecho al voto. Vestida de blanco, cédula en mano y acompañada de mi familia, caminé dos cuadras y media hacia la primaria Rubén Darío, una escuela pequeña y en buenas condiciones. Era la Junta Receptora de Votos número 180. En la entrada custodiaban unos jóvenes policías electorales. Detrás de ellos, en la pared, el padrón y la bandera de Nicaragua.
Era mi primera vez votando y recibí las indicaciones necesarias por parte de los trabajadores: Primero, directo a la mesa donde se entrega la cédula. Ahí mismo verifican si aparecés en lista, luego firmas y te entregan una boleta firmada o por el presidente o por el primer miembro de la junta o por ambos.
Tomé una pluma color negro de la mesa y me aproximé a la urna. Estaba un poco oscuro, y puedo asegurar que mi voto fue secreto, era casi imposible que se notara lo que estaba haciendo. Observé la boleta y pensé, "a ejercer ciudadanía", marqué, doblé el papel y la deposité.
Al salir de la escuela fuimos llamados a firmar en una casa azul y blanco, que era al parecer la "casa de mando". Una señora te pedía tu nombre y firmabas. Le pregunté a mi papá que por qué lo hacían y me explicó que es para llevar un control de sus votos en esa junta, para luego comparar con los resultados oficiales.
No hubo fila ni irregularidades en la junta de la Escuela Primaria Rubén Darío, puedo decir que la tranquilidad reinó en el municipio de Jinotepe, Carazo.
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